Ante todo, imaginemos. Tres personas. Un hombre y dos mujeres. Los tres solos, sin saber quienes son. Tres satélites perdidos. No paran de dar vueltas, pero no saben si será la dirección correcta ni quién les ha dado este movimiento. El hombre ama a una de las mujeres. Jamás lo ha confesado. La chica que ama afirma no haberse enamorado nunca ni conocer el deseo sexual, hasta que le llega de pronto enamorándose de manera brutal de otra mujer, mucho mayor que ella. Esta segunda mujer ama a la primera, pero de forma diferente, y no puede sentir deseo sexual. El hombre y la segunda mujer llegan a conocerse, se caen bien, se unen. Los dos están unidos por esta primera mujer.
Más o menos así es el argumento de Sputnick de amor.
El narrador, un japonés típico murakamiano, profesor de escuela, está enamorado desde sus tiempos de universidad de Sumire, una chica delgada, fumadora, bohemia, que viste de manera desaliñada, y que quiere escribir.
Nuestro narrador es su mejor amigo, a él le cuenta sus dudas, sus neuras, sus tonterías. Nuestro narrador la escucha y le contesta, escondiendo su amor. No sólo un amor humano, sino una compenetración profunda con la que el narrador siempre describirá la conexión entre ellos. Pero más adelante, Sumire, que para nada se ha parado ha pensar cómo es el deseo sexual, se enamora de una mujer de ascendencia coreana, Myuu, de mediana edad, bella, misteriosa, enigmática. El deseo atrapa a Sumire de manera especial, se enamora como jamás nadie se puede enamorar, se siente arrebatada, se conocen, charlan, y Myuu le ofrece trabajar para ella como secretaria en su oficina. Ahí comienza la nueva vida de Sumire y la amistad entre estas dos mujeres.
Tiempo más adelante, por cuestiones de negocios, deciden hacer ambas un viaje por Europa. En ese viaje los sentimientos y los secretos ocultos de ambas mujeres, en especial de Myuu, saldrán a la luz. Pero será en una isla griega donde Sumire, tras una confusión de sentimientos con Myuu, desaparezca. Como si se la hubiera tragado la tierra. Myuu llama a nuestro protagonista para que la busque, para que la ayude. La investigación no tiene pies ni cabeza y es imposible que no esté allí, e imposible salir sin ser vista.
Las claves están en su último encuentro, que Myuu cuenta a nuestro narrador, además de los secretos ocultos de Myuu, tan surrealistas como sobrecogedores, ligados a una división de su yo, y a una noche atrapada en una noria de un parque de atracciones donde vió como su otro yo hacía lo que ella jamás quería hacer...¿ o no? . Además de eso, las claves están en los últimos escritos de Sumire, que comenzó a escribir en la isla griega, y dejó unos textos alegóricos que solo queda leer... e interpretar.... o solo leer....
Partiendo de un argumento totalmente sencillo, Murakami de nuevo sabe enlazar la vida de 3 personajes de manera inédita, brutal, cada uno con un mundo interior diferente, que les hace a la misma vez estar a la defensiva para con los demás, y a la misma vez necesitar una compenetración con alguien. La historia de Myuu es emocionante, sobre todo por su antilógica total. Y entender a un personaje como Sumire... es todo un reto. Lo que en realidad deseaba y deseó, lo que no le fue dado y desapareció para buscar... o buscó para desaparecer... Nadie sabe donde está Sumire. Nuestro narrador y Myuu, ligados por el hastío causado por el destino de Sumire.... piensan si ella ha pasado a otra dimensión, si en realidad es siempre lo que buscó....
Páginas como la historia de Myuu, los sueños de Sumire, la brutal erección del protagonista junto a Sumire el día de la mudanza, son terriblemente sobrecogedores. Pasando de una sencilla historia de amor no correspondido, Murakami le da un giro a su novela introduciendo el elemento sobrenatural, la nada, el vacío, el otro lado.
El lector podrá hacer interpretaciones, opinar, pensar... atar cabos, manejar.... pero..¿ dónde está Sumire?? ¿ habrá alguna.... posibilidad de que vuelva?? ¿dónde ha ido? ¿ con quién o con qué cree poder reunirse pasando a.... ?
Como siempre Murakami no deja de sorprenderme. Brutal, desgarrador, intimista, cotidiano, explícito. Los personajes de carne y hueso dejan de existir en un determinado momento en sus novelas, y se transforman en intimidad hecha orgánica. Se mezclan, chocan con ellas, y unas intimidades buscan reunirse con otras. El mundo real se les queda pequeño. Queridos amigos, para los que hayais leído esto. Murakami escribe como un dios. Para mí, es la esperanza del triste y solitario Japón de hoy en día. De todo lo que anhelan. Murakami es el autor de la fantasía, pero sin alejarse de los encuentros cotidianos de hoy en día. Es que yo adoro a Murakami, leches.
" Con todo, jamás volveré a ser el mismo. A partir de mañana seré una persona distinta. Pero nadie de los que me rodean se dará cuenta de que he vuelto a Japón transformado en otro. Porque exteriormente nada habrá cambiado. No obstante, algo dentro de mí ha quedado reducido a cenizas, ha desaparecido. Ha corrido la sangre. Dentro de mí, alguien, algo, se irá. Con la mirada baja, sin una palabra. La puerta se abrirá, la puerta se cerrará. La luz se apagará. Para mí, tal como soy ahora, hoy es mi último día. Éste es mi último atardecer. Cuando amanezca, yo, tal como soy ahora, ya no estaré aquí. Una persona distinta habrá ocupado mi cuerpo".